jueves, 27 de marzo de 2014

Mi tercer libro, Donato el cubano

Puerto de La Habana


Así empieza 








Hace dos meses ya, desde acabado el verano, que nadie ha pisado las solitarias calles de Benimerín. Tampoco lo habría hecho Mireia de no ser por el acicate de su indómita curiosidad que, de vez en cuando, la mete en líos. Es el atardecer de un noviembre inhóspito con nubarrones borrascosos y fuertes ráfagas de viento silbando por entre las callejuelas empedradas. Está completamente sola en el pueblo; hace ya tres años que se marcharon los últimos ancianos, temerosos de que una noche de esas les sorprendiera la guadaña aislados en medio de una nevada. (Durante un tiempo se resistieron a abandonar el nido; vivir en un bloque de pisos en Madrid o Barcelona era como meterlos en un nicho prematuramente y, tal vez, con sentimiento de culpabilidad por menguar espacio vital a unos nietos que solo conocían de verlos una vez al año. Eso los más afortunados, el resto ocuparían una plaza en el hogar de ancianos de Ugíjar, donde cada otoño se despedía a uno o dos coetáneos de los pueblos de alrededor.)
Tampoco se ven los visitantes esporádicos que suelen subir en verano, estos desaparecen cuando llega el mal tiempo. A esa altura el paisaje se va tornando agreste y escasea la vegetación, que es abundante en cotas más bajas. Solo en las barranqueras, al abrigo de la humedad, crecen castaños centenarios rodeados de helechos bajo los que discurre un pequeño torrente de agua cristalina.
Benimerín está alejado de la ruta más turística de La Alpujarra, y por allí no hay ningún restaurante ni tienda de souvenirs que pueda interesarles. Solo llegan montañeros caminantes de mayor o menor entidad. Unos, habituales kilometreros, y los más, voluntariosos deportistas ocasionales a la búsqueda de perder kilos de una tripa prominente ellos, o celulitis de los glúteos ellas.
Después de años de hacer oídos sordos a los avisos del notario, Mireia finalmente se ha decidido a viajar hasta Granada para tomar posesión de la herencia, como única beneficiaria. De una familia que en otro tiempo fue prolífica, únicamente quedan ella y dos tías, una de las cuales vive en Barcelona y la otra en Jerez.

Disfruta de una cierta holgura económica gracias a su trabajo como intérprete en la sede de la UNESCO, en París, de donde llegó a Granada hace dos días. Una vuelta por la Alhambra, un paseo por el Campo del Príncipe y parada de picoteo en Los Altramuces, visita a La Cartuja y, por la noche, sesión de teatro en el Corral del Carbón para asistir a la representación de La casa de Bernarda Alba.

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