domingo, 30 de marzo de 2014

..de Donato el Cubano

















Benimerín, 1886. Nace Donato el Cubano.

Antonia la Partera se despierta, alarmada, al oír los golpes en la puerta. A tientas, prende el candil que suele tener dispuesto al lado de los mixtos, en el hueco de la pared que hay en el cabecero, a modo de mesita de noche.
Tras el respingo se ha calmado; se barrunta que es el futuro padre, al que se le viene encima el parto, de madrugada. Su marido, que hasta ese momento dormía junto a ella, ni se inmuta; dentro de poco tiene hora para regar y no es cuestión de perder sueño. Ya está acostumbrado a los tejemanejes que se trae su mujer de vez en cuando, desde que, hace veinte años, se le metió en el moño traer los niños de sus vecinos al mundo.
Subido al campanario, el oxidado reloj mueve el último diente y comunica a los vecinos que son las dos y media de la madrugada, a la par que un gallo, insomne y despistado, que ya chochea, anuncia el amanecer con orgullosos cacareos y cuatro horas de adelanto.
El tembloroso parpadeo de los candiles rebota brillando en los cantos rodados del empedrado, que hace temer un resbalón al menor descuido. Antonia sigue por la empinada calle los pasos acelerados de Donato, que con sus enormes albarcas da largas zancadas, ansioso por dejar a su mujer en manos expertas. Mientras camina, hace repaso de deberes; ha dejado agua calentándose en el fuego y ha alcanzado las toallas nuevas. También ha preparado las sábanas de cuando se casaron, las que su mujer tenía dispuestas para cuando llegase el momento.
Camina apresurado por dos motivos distintos: el parto, que parece inminente, y la fina llovizna que ha encontrado al salir que, si no espabila, le va a mojar los frutos que puso a secar en el terrao. Con el jaleo de su mujer en vías de parto, se le ha olvidado rescatarlos, como hace cada atardecida. «En cuanto Antonia entre en la habitación me voy a recogerlos».

Cinco casas antes de llegar a la del futuro padre, ya se oyen los gritos de una mujer escandalosa que proclama a los cuatro vientos lo importante que es parir. En la puerta esperan dos vecinas que, a falta de paraguas, se cubren la cabeza con un pañuelo de cuadritos grises y negros, dispuestas a echar una mano en los menesteres del parto. Una de ellas, Manuela la Chirra, cree que será una niña porque durante todo el embarazo la madre tenía la cara muy redonda. No así su acompañante, Isabel la de Paco el Cojo, que asevera que será un niño, porque a la madre le había crecido vello y además esa noche había luna llena, señales inequívocas de que sería un varón. Era un arriesgado duelo a cara o cruz, a menos que saliese mitad y mitad, en cuyo caso habría un empate y se repartirían el medio acierto olvidándose del medio fallo. 







No hay comentarios:

Publicar un comentario