En mi modesta opinión
Somos cómplices
Estoy hasta los colgantes de la
entrepierna de las dos Españas. Cuando todo el universo funciona con la formula
de fuerzas contrapuestas en equilibrio, aquí no hay forma de que entendamos que
todos somos necesarios (con todos me
refiero a las dos ideologías que siempre nos han dividido en bandos). De ese, todos, excluyo a los sinvergüenzas que
se cobijan bajo la techumbre de la derecha y tambien de la seudo-izquierda, que
no tienen otra ideología que su propio beneficio. Entendamos que es imposible
aniquilar totalmente las ideas contrarias. En un hipotético escenario de solo derecha o solo izquierda, automáticamente, aparecería una derecha en la izquierda o una izquierda en la derecha.
Una bombilla se enciende si le
llegan los dos polos, un coche solo puede funcionar cuando, a un potente motor,
se le contrapone unos potentes frenos, la misma Vida no se engendra sin los dos sexos opuestos, una mano no tendría
garra si a los cuatro dedos no se le opusiera el pulgar. Y os lo dice una
persona que se considera prudentemente de izquierdas, pero que no entiende que
una ley de educación tenga que excluir cualquier rastro de la opinión
contraria. Que no entiende que, el aborto, que es sin duda un drama personal,
unos lo lleven a la calle con pancartas de asesinato, mientras quienes lo
defienden (especialmente feministas) salgan enarbolándolo, con fiesta y
jolgorio, como un derecho equiparable a poderte comprar un vestido. ¿Qué
mensaje queda para las adolescentes, cuando se les dice que pueden abortar sin
ni siquiera comentárselo a sus padres? ¿Qué coherencia tiene limitar el aborto
hasta extremos de traer a este mundo seres que van a depender siempre de sus
padres, mientras la derecha deja sin ayudas a personas que son casi un vegetal?
No nos queda más remedio que admitir, que el contrario, por el hecho de serlo,
no siempre está equivocado. El mundo es mestizo y las ideas deben serlo
tambien. De la tesis y la antitesis surge la síntesis. Es verdad que el
capitalismo, impulsado por la ambición personal, sabe crear riqueza, pero no es
menos cierto que necesita ser férreamente controlado para que esa riqueza,
fruto del trabajo de todos, sea distribuida con justicia, además de no
destrozar el planeta. Y esa es la labor de la izquierda, no la de pisar
moqueta. En cantidad de ocasiones, la izquierda, para lograr subir la pendiente
que lleva hasta el sillón de las decisiones, ha dejado por el camino el bagaje
ideológico como si fuera un lastre. ¿Para qué llegar, entonces? Su función es
de contrapoder. Como los frenos de un coche, que son tan necesarios como un
motor potente, para que circulemos por donde hayamos de circular sin
estrellarnos contra crisis como la presente. Es hora de que la sensatez se
asiente en nuestras cabezas desplazando, a un discreto segundo plano, la Liga
de fútbol y otras fanáticas aficiones. Un futbolista puede cobrar mil veces más
que un cirujano, al que se le despierta a las dos de la mañana para que opere a
una criatura, todavía en el vientre de su madre, y le procure una vida normal.
De esa insensatez, todos somos cómplices. Pensémoslo.
E F C
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