jueves, 13 de marzo de 2014

En mi modesta opinión


Somos cómplices

Estoy hasta los colgantes de la entrepierna de las dos Españas. Cuando todo el universo funciona con la formula de fuerzas contrapuestas en equilibrio, aquí no hay forma de que entendamos que todos somos necesarios (con todos me refiero a las dos ideologías que siempre nos han dividido en bandos). De ese, todos, excluyo a los sinvergüenzas que se cobijan bajo la techumbre de la derecha y tambien de la seudo-izquierda, que no tienen otra ideología que su propio beneficio. Entendamos que es imposible aniquilar totalmente las ideas contrarias. En un hipotético escenario de solo derecha o solo izquierda, automáticamente, aparecería una derecha en la izquierda o una izquierda en la derecha.
Una bombilla se enciende si le llegan los dos polos, un coche solo puede funcionar cuando, a un potente motor, se le contrapone unos potentes frenos, la misma Vida no se engendra sin los dos sexos opuestos, una mano no tendría garra si a los cuatro dedos no se le opusiera el pulgar. Y os lo dice una persona que se considera prudentemente de izquierdas, pero que no entiende que una ley de educación tenga que excluir cualquier rastro de la opinión contraria. Que no entiende que, el aborto, que es sin duda un drama personal, unos lo lleven a la calle con pancartas de asesinato, mientras quienes lo defienden (especialmente feministas) salgan enarbolándolo, con fiesta y jolgorio, como un derecho equiparable a poderte comprar un vestido. ¿Qué mensaje queda para las adolescentes, cuando se les dice que pueden abortar sin ni siquiera comentárselo a sus padres? ¿Qué coherencia tiene limitar el aborto hasta extremos de traer a este mundo seres que van a depender siempre de sus padres, mientras la derecha deja sin ayudas a personas que son casi un vegetal? No nos queda más remedio que admitir, que el contrario, por el hecho de serlo, no siempre está equivocado. El mundo es mestizo y las ideas deben serlo tambien. De la tesis y la antitesis surge la síntesis. Es verdad que el capitalismo, impulsado por la ambición personal, sabe crear riqueza, pero no es menos cierto que necesita ser férreamente controlado para que esa riqueza, fruto del trabajo de todos, sea distribuida con justicia, además de no destrozar el planeta. Y esa es la labor de la izquierda, no la de pisar moqueta. En cantidad de ocasiones, la izquierda, para lograr subir la pendiente que lleva hasta el sillón de las decisiones, ha dejado por el camino el bagaje ideológico como si fuera un lastre. ¿Para qué llegar, entonces? Su función es de contrapoder. Como los frenos de un coche, que son tan necesarios como un motor potente, para que circulemos por donde hayamos de circular sin estrellarnos contra crisis como la presente. Es hora de que la sensatez se asiente en nuestras cabezas desplazando, a un discreto segundo plano, la Liga de fútbol y otras fanáticas aficiones. Un futbolista puede cobrar mil veces más que un cirujano, al que se le despierta a las dos de la mañana para que opere a una criatura, todavía en el vientre de su madre, y le procure una vida normal. De esa insensatez, todos somos cómplices. Pensémoslo.


                                         E F C

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