jueves, 13 de marzo de 2014



En mi modesta opinión



¿Para cuándo una generación con vergüenza?

El estómago y la dignidad se llevan como el perro y el gato. Basta sentir el menor runruneo de las tripas para aceptar cualquier ingreso de divisas, por humillantes que estas sean. ¡Ay Rota la marinera! ¿Dónde están tus calabazas, tu tomate y tu sandía? Yo creí, como buen iluso, que la canción de Carlos Cano era el reflejo del sentir gaditano, pero en Andalucía, ya, ni se sabe cual es el verdadero sabor de una salsa de tomate, y se prefiere el Kepchup, o como coño se llame ese potingue.
La llegada de un nuevo navío de la Navy hace que se les salga el sieso esperando los dólares que, los esbeltos marineros yanquis, se van a dejar por los bares de Cádiz.
Pero, lamentablemente, no es solo en esa esquinita de España, que es la más castigada por el abandono de sus dirigentes y por la puta crisis, no, en la comunidad más centrada, más céntrica y más próspera, como es Madrid, el ano se les descompuso al olor del enorme Putiferio (lo pongo en mayúscula porque era mayúsculo el putiferio) que un mafioso, podrido de dinero negro, pretendía montar. Y no eran solamente los que ya no tienen subsidio de paro que llevarse a la boca, no, esos tendrían una buena disculpa, eran huestes de pequeñoburgueses que esperaban recoger las miguitas que cayesen a suelo, cuando los Botines y demás depredadores de turno se hubiesen repartido la mejor tajada.
Pero no crean que esa actitud sumisa y servil se limita a la mitad sur español, históricamente más deprimida, no, siguiendo la diagonal de la indignidad, llegaríamos hasta la próspera y proindependiente Cataluña que, antes que el pérfido y centralista Madrid, ya babeaba por asumir el Putiferio y coleccionar las fotos de Thomas Jefferson o Bejamin Franklin para llenar sus cajas fuertes, de la misma forma que algún dirigente, hijo de dirigente e hijo de puta colecciona Ferraris, a costa de recortar a los más débiles a los que ya solo les quedaba su dignidad.

En conclusión, o recuperamos la dignidad del ciudadano Cayo, (léase El disputado voto del señor Cayo) o ni siquiera van a tener que invertir en vaselina para darnos porculo.
            
Firmado: Un español con almorranas.          

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